jueves, 28 de julio de 2011

Siete años mas tarde...

Ayer se cumplieron siete años del trágico Incendio conocido como de Minas de Riotinto, tal día como hoy nos vimos obligados a dejar nuestras casas sin saber que encontraríamos a la vuelta. Todavía, despues de pasar estos años, cuando escuchamos el sonido de un helicoptero, nos ponemos nerviosos... 
Valga este recuerdo triste en memoria de aquellos días y que Nunca Más vuelva a pasar...



Aquella tarde...

El 27 de julio, estábamos viviendo un día caluroso pero tranquilo, como tantos otros, cuando escuchamos a la gente decir que había fuego, esto en principio no nos afectó, ya que es una noticia, por desgracia, bastante frecuente en verano. El fuego había empezado en Riotinto y avanzaba hacia Berrocal a gran velocidad, ayudado por la gran cantidad de matorral, el fuerte calor y el viento cambiante que había; efectivamente, cuando miramos hacia El Madroño, se veía una gran columna de humo y escuchábamos constantemente el ruido de los helicópteros.
Cuando llegó la noche se veía el resplandor que producían las llamas y nos enteramos que habían evacuado a los habitantes de Berrocal. De madrugada, parecía que estaba todo tranquilo, los retenes nos dijeron que el fuego estaba bastante controlado, cosa que nos pareció lógica ya que siempre se ha dicho que “los fuegos duermen de noche”
A la mañana siguiente, estaba todo más o menos en calma, se veía menos humo, pero a medida que pasaban las horas y apretaba el calor, el fuego empezó a despertarse y amenazaba peligrosamente El Madroño, por lo que las autoridades tomaron la decisión de evacuarlo, principalmente por el riesgo que suponía el humo. Empezamos a ponernos verdaderamente nerviosos, lo que parecía un incendio como otros que hemos tenido en la zona años anteriores, se empezó a convertir en un autentico peligro.
Sobre las tres de la tarde llamaron a nuestras puertas, era la guardia civil, diciéndonos que definitivamente teníamos que abandonar nuestra aldea, El Álamo; en ese momento se nos vino el mundo encima, ya que teníamos que dejar nuestras casas, nuestras pertenencias, en definitiva nuestras vidas, sin saber que podría ocurrir.
Nos fuimos marchando, unos en autobús y otros en nuestros propios vehículos. Un pequeño grupo de vecinos decidieron quedarse en la aldea bajo su responsabilidad, no querían abandonarlo todo a su suerte.
El ambiente que se respiraba era de pena e incertidumbre ya que nadie, ni incluso nuestros mayores, habían vivido un acontecimiento semejante.
Nuestro destino, en principio era el colegio de El Castillo de las Guardas, donde ya estaban los vecinos de El Madroño, y fueron llegando los de Villargordo, Juan Antón y Juan Gallego. Allí nos ofrecieron su hospitalidad y apoyo en todo momento.
El cielo, en El Castillo se veía más negro y amenazador, las noticias que nos llegaban eran confusas y deprimentes, nos sentíamos…perdidos.
El ayuntamiento gestionó un hotel en Guillena, donde se alojaron algunas familias, otras se marcharon a Sevilla, donde tenían vivienda y otra gente permaneció en El Castillo, que era más fácil recibir información.
El día 29, aunque el pueblo seguía “evacuado” (según las autoridades) algunos volvimos a nuestra aldea… ese momento no creo que se nos olvide en muchísimo tiempo, el olor a quemado, las cenizas por todas partes, zonas que aun echaban humo, sin luz, sin agua… como si no fuera el mismo sitio; sentíamos una gran tristeza y a la vez indignación, ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Se había hecho todo lo posible para controlar el incendio? Estábamos llenos de preguntas y emocionalmente hundidos, habíamos perdido nuestro bosque, parte de nuestra historia, de nuestras raíces, de la herencia tan trabajada por nuestros abuelos.

1 comentario:

Jara dijo...

Afortunadamente en estos siete años, no hemos tenido ningún incedio por la zona, pero seguimos teniendo todo aquello muy presente en nuestra mente y en nuestros corazones...